DECIR BASTA Y SENTIRLO DESDE EL ARTE

Una historia personal que busca, humildemente, desnudar lo colectivo: dejar de sostener lo que duele, levantar la voz cuando sea necesario, construir otra manera comunicar y trabajar por una mejor manera de vivir.

CRÓNICAS

David Alos

9/26/2025

Es increíble: hace un tiempo me prometí a mí mismo que por nada del mundo volvería a ser el mismo de antes. Esa promesa me obligó a dejar atrás a alguien que vivía pendiente de “lo que debía ser”, un loco a las corridas que muchas veces se olvidaba de disfrutar el aquí y el ahora, porque siempre parecía más importante planificar, progresar y sostener “un proyecto de vida que pudiera bancarse”.

Me cansé de esconder los golpes que me dio la vida por hacer lo que otros decían que tenía que hacer. Siempre cumplí, con errores y aciertos, pero cumplí. Banqué a mi familia, me hice cargo de lo que mi viejo nunca quiso, me ocupé de hijes que no eran míos pero quise como tales, respondí por mi sobrina en el peor momento de mi familia, con el cuerpo y el alma, y casi dejé mi vida en el intento. Hoy, más de doce años después, puedo decir que valió la pena, sin importar cuán roto o perdido me dejara ese proceso.

En mi carrera pasó algo parecido: nunca aposté por lo que quería, porque era más importante tener ese trabajo “seguro”. No me permití mirar hacia el arte porque me convencí de que debía “tomarme la vida en serio”. Así fue que dediqué diez años de mi corta carrera profesional a la comunicación sindical. Reestructuré plataformas, armé otras desde cero, hice ganar elecciones con campañas comunicacionales y entregué lo más valioso que tiene un laburante: el tiempo. Pero cuando esos sindicatos tuvieron que devolver la pelota redonda, me cagaron.

A cuántos desalmados dejé trepar sobre mi cuerpo solo para ver si así me acercaba un poco al trabajo que deseaba. Hace tres meses terminé mi última relación laboral con un sindicato: gente nefasta que no debería gestionar nada, que no debería dedicarse a gestionar nada, de hecho, creo firmemente que deberían estar presos y cancelados. Pero el click llegó recién dos meses atrás, cuando empecé a pensar: “che, no necesito estar acá”. No quiero que me sigan arrebatando los sueños. Y al segundo me di cuenta de que tampoco estaba con la persona con la que quería estar. Aunque me hiciera parecer un monstruo, tuve que dejar de sostener lo que me hacía mal, a mí y a los demás.

AUTOR

David Alos

En paralelo, hace un tiempo empecé a hacer impro. Después de 18 años me reencontré con el teatro, y entendí que ser crítico teatral nunca me había llenado. Creí que sí, pero no. Hoy me digo: no importa el laburo ideal, el que paga bien y te posiciona. Hoy quiero jugármela por el periodismo independiente y el arte, que tarde o temprano me van a dar de comer y me van a dar la espalda para gritar a los cuatro vientos: “este es el camino, y qué lindo se siente”.

No soy sanjuanino, o tal vez lo soy por opción. Viví treinta años en Mendoza, coseché amistades y amores. Pero el amor que encontré acá no quiero soltarlo. Las amistades que hoy son mi familia, que están tan adentro que nada podría romper, no podría dejarlas jamás. Y sí: encontré el amor, sentir esa juventud que te da el enamoramiento, permitirte ser un boludo que no sabe nada de la vida y que solo quiere compartir con la otra persona, cuidarla, amarla y ser feliz. Y qué difícil es ser feliz en esta vida que nos golpea por todos lados. Pero cada vez que la veo a ella en mis sueños, siento un calor en el alma que me hace perderle miedo al abandono, que me suspende los complejos. Porque, como dije antes, decidí vivir el aquí y el ahora: estar enamorado, amar a mis amigxs, hacer lo que me gusta y apostar por mis convicciones.

Hoy, después de años pensando que ya estaba grande para ciertas cosas, me siento con fuerza para caminar contra viento y marea. Ya no temo a las marcas que me deje la vida para el infinito, porque esta vida ya me ha marcado lo suficiente.

Por eso apuesto a ser el centro de la fiesta, de mi fiesta, junto a quien estoy enamorado y a mis amistades que me explotan el ser, ellxs también son el centro de mi fiesta, son todo lo que importa en la fiesta.

Algunxs se preguntarán por qué publico esto en un portal de opinión periodística. Porque creo firmemente que esto también es periodismo. Quienes intentamos todos los días informar, ser una alternativa escuchada, ser una opción mirable, también tenemos una vida compleja detrás. Y aunque nos quieran convencer de que lo que sentimos no afecta a nuestra manera de comunicar, nuestro perfil y nuestra cosmovisión de la información, claro que afecta.

¿Por qué creo necesario sentar estas posiciones? Porque cuando levantamos la cabeza y miramos a nuestro alrededor nos damos cuenta de que tenemos un Presidente que está destruyendo nuestro presente y condenando nuestro futuro. De que un organismo internacional que nos quiere quitar toda soberanía. De que la cultura la está pasando para el orto y aún así la resistencia del arte sigue creciendo en los barrios, en las salas, en las calles, es como ese pastito que rompe el pasto para poder sentir el sol. De que hay un genocidio en Palestina y seguimos caminando como sí no fueran miles y miles las almas inocentes que se mueren por una causa que no es suya. De que las pibas siguen muriendo en manos de un sistema que perpetúa violencias por este capitalismo que nos destruye a todxs por igual (es la única igualdad que conocemos). De que los medios hegemónicos intentan rebajar el valor de la vida, incluso de tres pibas que tenían todo un futuro por delante. De que nos metemos en redes o canales de streaming y vemos chistes caducos, viajes al pasado que parecen no terminar. Porque los medios, incluidos algunos locales jóvenes, siguen prefiriendo ser complacientes con el poder antes que mostrar lo mal que la pasa el pueblo.

¿Qué nos queda? Luchar por ser felices contra todo pronóstico, trabajar para ser nosotrxs mismxs y construir un mundo que realmente sea mejor para nosotrxs, para nuestrxs viejxs y para quienes vengan después. Aprender a decir basta, en lo micro y en lo macro. Y a partir de ahí barajar y reaprtir de nuevo para hacer lo que hay que hacer.

Desde este pequeño lugar, tienen a un periodista, comunicador, improvisador y/o actor que seguirá jugándosela por ese mundo mejor en el que sueña. Que seguirá trabajando por una comunicación alternativa, popular, comunitaria e independiente. Que seguirá peleando para que el arte local sea abrazado por locales y foránexs. Y que seguirá haciendo lo que ama, siendo leal a lxs suyxs y sosteniendo a quienes lo rodean, porque estoy convencido de que ese es el camino para que también me sostengan.

Si llegaste hasta acá, espero que esta crónica te sirva para hacer ese click, o para confirmar que cuando lo hiciste fue la mejor decisión posible. Te abrazo y te invito a participar en espacios como Escalando Alturas o Sala de Espera (el nombre es lo de menos, mientras sientas que es tu lugar). Porque solo así, juntxs, podemos hacer de este mundo de mierda un mundo en el que queramos y podamos vivir.

Gracias a mi vieja, la primera guía.

A mi hermana y mis sobrinas,

las luces de mis ojos.

Gracias a todo el equipo de PISTA, que

me empujan hacia adelante.

Gracias a Marian y a Magui,

por ser mi sostén de todos los días.