EL ETERNO RETORNO DEL “TODO TIEMPO PASADO FUE MEJOR”
Las recientes declaraciones de Fito Páez en el programa de FutuRock lo ubican en una posición conservadora, más cercana a la defensa de un legado que a la apertura hacia el porvenir.
OPINIÓN
José María Aballa
6/10/2025


Hay un gesto que se repite con inquietante frecuencia en el mundo del arte y la cultura: el del artista consagrado que, tras haber desafiado las normas en su juventud, se vuelve escéptico frente a los nuevos lenguajes y luchas que emergen en el presente. Fito Páez, referente indiscutido del rock nacional, parece encarnar últimamente ese gesto conocido. El de mirar con desconfianza al feminismo, a las nuevas generaciones, a las formas distintas de pensar el arte y la política.
El feminismo ha sido uno de los movimientos más transformadores de los últimos tiempos, no solo en el plano social y político, sino también en el cultural. Ha cuestionado jerarquías, desmontado cánones y reclamado lugares históricamente negados. En ese contexto, no es extraño que figuras emblemáticas del pasado sientan que se tambalean algunos de los pilares sobre los que construyeron su identidad artística.
AUTOR
José María Aballa
Fito, que en otros tiempos supo ser la voz de una rebeldía artística y estética, ahora parece resistirse a la incomodidad que trae lo nuevo. Sus recientes declaraciones vertidas en el programa de Julia Mengolini — ya sea criticando ciertas expresiones del feminismo o minimizando la potencia del arte joven — lo ubican en una posición conservadora, más cercana a la defensa de un legado que a la apertura hacia el porvenir. La paradoja es evidente: el que una vez fue renovador, hoy se percibe anacrónico.
Pero este no es un fenómeno aislado ni exclusivo de Páez. El temor a perder centralidad, a que el presente ya no les pertenezca, empuja a muchos artistas a atrincherarse en su época dorada. El problema no está en tener un pasado brillante, sino en convertirlo en trinchera desde la cual se deslegitima todo lo que no se le parece. Como ocurrió antes con el tango, el rock o la cumbia, si hablamos específicamente de la música.
El feminismo, en cambio, propone una escucha distinta. Invita a revisar lo que se ha dicho, lo que se ha cantado, lo que se ha callado. No destruye, transforma. Y quizás eso sea lo más difícil de aceptar para quienes han gozado del privilegio de no tener que cuestionarse demasiado.
Es legítimo sentir nostalgia. Lo que no es legítimo, y sí profundamente problemático, es usar esa nostalgia como arma contra el presente. El desafío para los artistas consagrados, como Fito, no es custodiar su mito, sino dialogar con los nuevos tiempos sin miedo. Escuchar. Aprender. Dejarse interpelar. Porque, como alguna vez escribió él mismo, "el amor después del amor, tal vez, se parezca a este rayo de sol".



