ISRAEL: UN NUEVO CRIMEN DE GUERRA
El ataque israelí contra el campo de refugiados de Ain al-Hilweh, en Sidón, volvió a dejar en evidencia un patrón que ya nadie puede seguir ignorando: la maquinaria militar del gobierno de Benjamín Netanyahu continúa golpeando, una y otra vez, a comunidades civiles palestinas bajo el argumento —ya gastado— de perseguir “objetivos terroristas”. Esta vez, el saldo fue al menos 13 muertos, entre ellos niños y mujeres que vivían en el campamento desde hace décadas.
OPINIÓN
Jeremías Tejada
11/22/2025


AUTORA
Jeremías Tejada
Lo ocurrido en Ain al-Hilweh encaja en un marco más amplio: una estrategia militar y política que ha sido denunciada por organizaciones como Human Rights Watch, Amnistía Internacional y múltiples cuerpos de la ONU como violatoria del derecho internacional humanitario.
En los últimos años, Israel ha llevado adelante bombardeos masivos en campamentos superpoblados, destrucción de infraestructura civil crítica, bloqueo de alimentos, combustible y medicinas, desplazamientos forzados de centenares de miles de personas, ataques directos a hospitales y convoyes humanitarios.
Son acciones que, según el consenso creciente de expertos independientes, constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
El gobierno de Netanyahu no solo desoye estas denuncias: las descalifica con cinismo y redobla la violencia. Su discurso insiste en legitimar todo tipo de operación militar bajo la excusa de combatir a Hamas, incluso cuando los blancos son barrios residenciales o niños que dormían en carpas de refugiados.
¿Genocidio? Para varios organismos, ya no es una palabra exagerada
En paralelo, tanto HRW como Amnistía —y juristas de renombre internacional— advierten que las políticas aplicadas por Israel en Gaza y los territorios palestinos podrían encuadrar en la definición de genocidio establecida por Naciones Unidas. No por metáfora, sino por criterios legales: destrucción intencional de condiciones de vida, imposición de hambre, ataques sistemáticos contra civiles y declaraciones públicas que promueven la deshumanización del pueblo palestino.
El Tribunal Internacional de Justicia ya ordenó medidas urgentes para evitar un “riesgo plausible” de genocidio. Aunque Israel niega estas acusaciones, los hechos sobre el terreno —los campos arrasados, los miles de muertos, el bloqueo prolongado— hablan por sí solos.
Ain al-Hilweh: una nueva prueba de una política sostenida
Lo ocurrido en el campo libanés no es una excepción. Es la continuidad de un mismo método: presentar cualquier presencia palestina como un escudo de Hamas y usar esa excusa para justificar ataques devastadores. La comunidad internacional mira, condena con tibieza y, en la mayoría de los casos, no actúa.
Netanyahu, cuyo gobierno está hundido en crisis internas y rodeado de denuncias de corrupción y extremismo, parece decidido a sostener el poder sobre la base del miedo, el nacionalismo y una espiral de violencia que tiene como principales víctimas a civiles indefensos.
Mientras tanto, la vida palestina sigue en riesgo permanente






En Ain al-Hilweh, como en Gaza, como en Yenín, los sobrevivientes vuelven a empezar entre ruinas. No hay garantías, no hay seguridad, no hay horizonte. Solo el miedo a que el próximo misil vuelva a caer sin previo aviso.
La pregunta ya no es si se trata de un crimen de guerra: lo es. Lo documentan médicos, periodistas, vecinos, organizaciones internacionales. La pregunta ahora es cuánto tiempo más la comunidad internacional permitirá que estos crímenes se repitan sin que haya consecuencias reales.
Netanyahu podrá seguir justificando sus actos, pero cada nuevo ataque contra civiles palestinos fortalece una realidad incómoda: el mundo está presenciando, en tiempo real, violaciones sistemáticas a los derechos humanos que exigen responsabilidad y justicia.
Las imágenes posteriores al bombardeo muestran casas destruidas, calles convertidas en polvo y familias buscando cuerpos bajo los escombros. Lejos de ser un hecho aislado, el ataque se suma a una larga lista de ofensivas a campamentos de refugiados en Gaza, en Cisjordania y ahora también en territorio libanés.
La justificación oficial de Israel —que se trataba de un centro de entrenamiento de Hamas— contrasta violentamente con los testimonios de residentes y médicos locales, quienes aseguran que el misil impactó de lleno en una zona habitada. Esa diferencia entre la versión oficial y la realidad sobre el terreno es, lamentablemente, ya un clásico de la narrativa israelí.
