FRANCISCA STAITI: “LA UNIVERSIDAD PÚBLICA ESTÁ NUEVAMENTE EN PELIGRO”

DE LA NOCHE DE LOS BASTONES LARGOS A LA LUCHA ACTUAL: LA UNIVERSIDAD PÚBLICA EN RESISTENCIA.El 29 de julio de 1966 quedó marcado como una de las jornadas más trágicas para la universidad pública argentina. Esa noche, conocida como La Noche de los Bastones Largos, la represión estatal irrumpió en el corazón mismo del pensamiento crítico nacional.

ENTREVISTAS

Pamela Klimisch

7/30/2025

Entrevista a Francisca Staiti, Secretaria General de CONADU Histórica

A 59 años de "La noche de los bastones largos", conversamos con Francisca Staiti, actual Secretaria General de CONADU Histórica, docente universitaria e histórica militante por la educación pública. En esta entrevista, reflexiona sobre los ataques sistemáticos a la universidad argentina desde 1966 hasta el presente, analiza el modelo de país que impone el gobierno actual y reivindica la defensa de una universidad crítica, inclusiva y soberana.

—Francisca, ¿cómo podemos pensar hoy la Noche de los Bastones Largos en relación con el contexto actual?

La Noche de los Bastones Largos fue una de las jornadas más trágicas que vivió la universidad pública. El 29 de julio de 1966, tras el golpe militar encabezado por Onganía que derrocó al gobierno de Arturo Illia, se intervienen las universidades nacionales. En la UBA, varias facultades fueron tomadas por docentes y estudiantes en defensa de la autonomía universitaria y la libertad de cátedra. El gobierno respondió con represión: la Policía Federal entró por la fuerza, desalojó violentamente a quienes estaban dentro, los golpeó con bastones. De ahí el nombre.

Esa noche marcó el inicio de la llamada “fuga de cerebros”: más de 1.300 docentes renunciaron o fueron despedidos. Muchos emigraron, y se inició una etapa oscura donde la universidad dejó de ser un espacio para el pensamiento libre y crítico. Hoy, casi seis décadas después, vemos nuevamente un ataque profundo hacia la universidad pública. No con bastones, pero sí con presupuestos vaciados, salarios deteriorados y políticas que empujan al arancelamiento.

—¿Cuáles son, en tu opinión, las continuidades entre aquel ataque y las políticas actuales del gobierno nacional?

Hay una línea histórica clara. Gobiernos de facto, neoliberales o de derecha han atacado sistemáticamente a la universidad pública. Lo hicieron durante la dictadura cívico-militar del ‘76, durante el menemismo, el gobierno de De la Rúa, el de Macri… Y ahora lo estamos viendo con el gobierno de Milei.

Hoy el ataque es presupuestario, pero no por eso menos brutal: hay un desfinanciamiento sin precedentes, salarios por debajo de la línea de pobreza, docentes que renuncian o se van del país, laboratorios paralizados, programas de investigación sin recursos. Todo esto apunta a lo mismo: debilitar a la universidad como espacio de producción de conocimiento, como formadora de pensamiento crítico y como herramienta de movilidad social.

—¿Qué rol juegan los organismos internacionales como el FMI o el Banco Mundial en este proceso?

Es central. No podemos analizar el presente sin ver el papel que juegan las políticas externas. El FMI, la OCDE y el Banco Mundial impulsan modelos de educación funcionales al mercado, donde la universidad debe ser “eficiente” según sus criterios: menos presupuesto, más privatización, menos pensamiento crítico.

La universidad pública argentina no encaja en ese molde. Es abierta, gratuita, con ingreso irrestricto, comprometida con la sociedad a través de la extensión y la investigación. Por eso, desde estos organismos se impulsa un achicamiento. Y eso se traslada a los gobiernos que aceptan esos condicionamientos. Milei no es una excepción: es parte de esa lógica.

—¿Cómo se traduce este desfinanciamiento en el día a día de quienes trabajan o estudian en la universidad?

AUTORA

Pamela Klimisch

Se traduce en aulas sin calefacción, edificios sin mantenimiento, falta de materiales, estudiantes que dejan sus carreras porque no pueden afrontar los costos de estudiar. Y en docentes con múltiples trabajos, cobrando salarios miserables, sin recursos para investigar, agotados y precarizados.

La universidad se sostiene por la convicción y el compromiso de quienes la habitamos. Pero eso tiene un límite. Por eso estamos en las calles, en asambleas, en paro, porque sabemos que sin presupuesto no hay universidad posible.

—¿Cuál es hoy el modelo de universidad que se busca imponer desde el gobierno?

Un modelo elitista, excluyente, arancelado. Una universidad reservada para unos pocos, con contenidos funcionales al mercado, sin pensamiento crítico ni compromiso con lo social. Lo han dicho sin rodeos: quieren que la educación sea un bien de consumo, no un derecho.

Y nosotros creemos exactamente lo contrario: la universidad debe ser pública, gratuita, feminista, popular, comprometida con las luchas sociales, con la producción de saberes desde y para los pueblos. Una universidad que transforme y que transforme también el país.

—¿Qué papel cumple hoy la organización gremial frente a este panorama?

La organización sindical es clave. Desde CONADU Histórica estamos impulsando paros, movilizaciones, clases públicas, y articulando con otras organizaciones estudiantiles y sociales. Porque no se trata solo de defender nuestros salarios, sino de defender la universidad como derecho.

Por ejemplo en la gran movilización nacional universitaria, esa unidad es un mensaje fuerte: estamos en resistencia. Como en el ‘66, como en el ‘76, como en el ‘95. Cada generación tiene su bastón largo que enfrentar. Hoy, el nuestro es el ajuste y la entrega.

—Finalmente, ¿qué horizonte imaginás para la universidad pública?

La universidad necesita seguir transformándose, pero nunca desde la destrucción. Hay que profundizar la autonomía, mejorar la calidad, democratizar aún más el acceso, potenciar la investigación con sentido social. Pero eso no se logra con motosierra ni con vouchers.

Creemos en una universidad al servicio de las mayorías, que forme sujetos críticos, que se vincule con el territorio, que produzca conocimiento útil para resolver los problemas reales de nuestro pueblo. Esa universidad existe, la hemos construido con décadas de lucha, y hoy más que nunca estamos dispuestas y dispuestos a defenderla.

UNA LUCHA DE LARGA DATA

Desde la Reforma Universitaria de 1918 hasta la gratuidad impulsada por el peronismo, pasando por la resistencia a las dictaduras y el rechazo a los ajustes neoliberales, la universidad pública argentina ha sido siempre un campo de disputa. Hoy, en un contexto de ofensiva ultraderechista, la defensa de sus pilares fundamentales vuelve a ser una tarea urgente. Como bien señala Francisca Staiti, "pensar la Noche de los Bastones Largos en clave de actualidad es fundamental para sostener la universidad del pueblo que todavía soñamos".