¿TRADICIÓN DEPORTIVA O CRUELDAD NORMALIZADA?
Desde carreras de caballos hasta riñas de gallos, el dopaje, sobreexigencia, abandono y encubrimiento se mezclan con el folclore popular, mientras la sociedad elige mirar para otro lado.
DEPORTES
Bruno Cuello
7/28/2025


En el extenso mundo del deporte existen diversos tipos de elementos que permiten la práctica de la disciplina, desde un tablero de ajedrez, balones y raquetas hasta un monoplaza de Fórmula 1. Pero hay algunos deportes en los que los animales son los elementos.
En estos casos, los animales son sometidos a tratos que históricamente han generado luchas contra las actividades que usan a los caballos, galgos, gallos y toros como una parte del espectáculo, generalmente la más vulnerada.
Estamos hablando precisamente de las disciplinas donde los animales son protagonistas, como las carreras de caballos, el polo, el pato, las riñas de gallos o las carreras de galgos, donde los casos de abuso son tan frecuentes como silenciados.
En estos tipos de disciplinas, hay un límite impreciso entre lo que, efectivamente, es deportivo, y lo que se considera maltrato animal. El sufrimiento animal es un fenómeno persistente, muchas veces invisibilizado o justificado bajo la etiqueta de "costumbre".
AUTOR
Bruno Cuello
Particularmente, el uso de caballos en diversas disciplinas, es en donde se ejercen condiciones de explotación extrema, que muestran una cara cruda del espectáculo: animales dopados, exigidos hasta el límite y cuando dejan de ser útiles, sacrificados. Es una dinámica que se repite en distintos puntos del país, donde la vida del animal queda relegada frente al negocio, la adrenalina o la tradición.
Históricamente, el caballo ha sido una de las especies más explotadas por el ser humano. Desde la antigüedad se lo ha usado para el transporte, la agricultura, la caza o la guerra. Hoy, en tiempos modernos, su figura persiste principalmente en actividades deportivas o de entretenimiento, donde el sufrimiento es muchas veces invisible.
Las carreras de caballos han sido objeto de críticas por la violencia sistemática que implica su entrenamiento: largas horas de encierro, alimentación forzada, lesiones sin tratamiento, dopaje con sustancias estimulantes, casi siempre ilegales o difíciles de detectar y el preferible sacrificio del animal por parte de sus dueños. El caballo deja de ser un ser sintiente para convertirse en un medio.
Más allá de lo visible, existe un hecho revelador. Según ScienceAlert, está comprobado científicamente que los caballos no comprenden que están compitiendo. No hay para ellos una motivación personal para ganar. En realidad, llegan a la meta para liberarse de la presión, del esfuerzo desmedido, del látigo.
En Argentina rige la Ley N° 14.346 de Protección Animal, que sanciona a quienes ejerzan actos de crueldad o maltrato. Uno de sus puntos establece como delito la administración de drogas sin fines terapéuticos, algo que en las carreras de caballos se vulnera con frecuencia mediante el uso de dosis pequeñas, diseñadas para esquivar controles. La norma existe, pero la práctica sigue viva gracias a mecanismos de encubrimiento, vacíos legales y una sociedad que, en muchos casos, prefiere no ver.
Porque el problema no es solo de quienes organizan estas actividades, sino también de quienes las consumen, las celebran o las justifican. Las apuestas, los festivales populares, los eventos familiares que giran en torno a estos espectáculos contribuyen a sostener una estructura donde el sufrimiento animal es moneda corriente. De esta forma, la sociedad con su pasividad o su entusiasmo, también es parte del engranaje que normaliza la violencia bajo la forma de tradición.
A finales de 2024, la Secretaría de Ambiente de San Juan señaló que las riñas de gallos y las carreras de galgos habían disminuido, pero siguen ocurriendo de forma clandestina, especialmente en departamentos alejados como 9 de Julio y Caucete. Lejos del Gran San Juan, estas prácticas sobreviven en un circuito barrial, informal, casi invisible para los controles estatales. Pero siguen ahí, como un síntoma de un problema más amplio, el maltrato naturalizado.
La pregunta sigue vigente, ¿cuánto más vamos a justificar en nombre de la tradición? El respeto por los animales no puede depender del calendario ni del folclore. Mientras el entretenimiento y el negocio estén por encima de la vida de los




Ícono de tradición y negocio, el caballo paga el precio del espectáculo.