EL REAL “USTED NO APRENDE, ¿VERDAD?”
El show de "Qué Locura" en el Aldo Cantoni fue una postal del desastre anunciado: sobreventa, falta de seguridad y un Estado ausente. Una fiesta que podría haber terminado en tragedia. Y todxs —productora, banda, público y autoridades— mirando para otro lado. ¿De verdad no aprendimos nada?
OPINIÓN
Laura Ferraris
7/13/2025


Hay preguntas que se repiten como un loop en este país. Una de ellas es: ¿no aprendimos nada? Y lamentablemente, cada tanto, tenemos la respuesta en carne viva. El martes 8 de julio, en el Estadio Aldo Cantoni, la banda “Qué Locura” protagonizó —sin proponérselo— un espectáculo de alto riesgo con entrada paga. Una postal de lo que no debería volver a pasar. Pero que sigue pasando. Y pasa seguido.
Un estadio con capacidad para unas 8.000 personas explotado de gente. Entradas vendidas por encima del aforo, gente que se coló, gente que se quedó afuera con entrada en mano y una seguridad tan precaria como la estabilidad económica de nuestro país. Un evento privado que parecía más bien una escena sacada de un simulacro fallido de evacuación. ¿Asistencia médica? Bien, gracias. Si alguien se desmayaba, que Dios lo atienda. Total, dicen que está en todas partes.
El Cantoni es un espacio público. El Estado debería —mínimamente— controlar qué ocurre en sus instalaciones. Pero acá la lógica sigue siendo que “lo privado es mejor”, aunque lo privado venda entradas sin control, deje al público a la buena de Dios y después se lave las manos como si todo fuera un malentendido. La productora, hasta ahora, no dijo una palabra. Casi como si no hubiera pasado nada. Casi como si no pudiera haber pasado algo peor.
Porque no es exagerado decirlo: esto pudo haber sido otra tragedia. En una provincia sísmica, con un estadio colapsado y sin condiciones mínimas de seguridad, el solo hecho de que no estemos llorando muertes es un dato de suerte, no de planificación. Y si esto suena exagerado, pregunten en Once qué pensaban de los shows sin control antes de Cromañón.
AUTOR
Laura Ferraris
La banda, por su parte, eligió la clásica: “Nosotros solo fuimos a tocar”. Como si su público no importara, como si las condiciones del lugar fueran una nota al pie. Pero ya es hora de que los artistas también se hagan cargo. Porque sí, señores músicos, si el lugar está explotado y la seguridad no está garantizada, no se toca. No es tan difícil. El compromiso no es solo con el contrato, también es con el público que los sigue, los banca y los hace vivir de lo que hacen.
Y también hay algo para nosotrxs como público. Porque en este juego de roles cruzados, también nos toca una parte. ¿Vamos a seguir validando estos eventos mal organizados? ¿Vamos a seguir naturalizando la violencia, el colapso, el riesgo? ¿Vamos a seguir yendo a lugares donde no nos cuidan? ¿Dónde nos venden entradas como si fuéramos ganado y después nos empujan como si fuéramos descartables?
Podemos disfrazarlo de fiesta, de aguante, de folklore del recital. Pero no: esto fue un papelón. Uno más. Uno que podría haber terminado muy mal. Y ya no hay margen para seguir diciendo "menos mal que no pasó nada", como si eso fuera consuelo. O peor: como si fuera mérito.
Quizás esta vez fue solo una “tragedia con suerte”. Pero la próxima vez, la suerte puede faltar. Y ahí sí vamos a llorar lo que no supimos evitar.



